Cómo funciona el análisis del tritio
Stephen coloca cada muestra en un sistema de purificación de agua. Conecta los tubos que harán pasar el agua a través de diminutas columnas llenas de resinas de intercambio iónico, es decir, materiales especiales que actúan como imanes sobre las sales y otras partículas cargadas, y las extraen del agua. El proceso dura una hora aproximadamente y Stephen aprovecha ese tiempo para actualizar la base de datos de muestras del laboratorio.
Una vez que termina la purificación del agua, las muestras están listas para el siguiente paso: el enriquecimiento. Stephen las inserta en el sistema de enriquecimiento electrolítico (un aparato de dos metros de largo con estructura de acero, revestido de cables, pantallas digitales e hileras de tubos), y la electricidad empieza a fluir a través del sistema.
A diferencia del azufre 35, que flota libremente en el agua, el tritio forma parte de la propia molécula de agua, por lo que no se puede filtrar con facilidad para medirlo. La electrólisis divide gradualmente las moléculas de agua en gases de hidrógeno y oxígeno, lo que reduce el volumen del agua y, por lo tanto, concentra el tritio.
Stephen revisa periódicamente los aparatos y les da mantenimiento. También supervisa el proceso de enriquecimiento, que puede durar hasta dos semanas, y se asegura de que la electricidad que circula a través de las muestras aumente poco a poco según sea necesario.
“Siempre estamos procurando mejorar el proceso de enriquecimiento —explica—. La concentración de tritio es muy baja y difícil de medir. Un buen enriquecimiento es esencial para obtener información fiable de las muestras”.
El tritio, si bien está sumamente concentrado después del proceso de enriquecimiento, sigue siendo casi indetectable en las muestras de agua. Incluso la contaminación más leve debida a la radiación atmosférica podría distorsionar las mediciones de las muestras. Por eso Stephen lleva las muestras enriquecidas a una sala situada varios pisos bajo tierra y revestida de hormigón de gran espesor, lo que las protege de la radiación del medio ambiente. Ahí, mezcla con cuidado cada muestra con una solución química y las coloca en los aparatos que medirán su firma radiactiva durante las 24 horas siguientes.
Mientras tanto arriba, la jornada está por terminar. Astrid ya regresó del terreno, y ella y Stephen se ponen al tanto de sus actividades del día. Están satisfechos con los avances logrados y repasan las tareas que tienen para el día siguiente.
“Nuestro trabajo aquí nos conecta con muchas regiones del mundo —comenta Stephen, mientras cuelga su bata de laboratorio y se prepara para volver a casa—. Lo que hacemos logra beneficios en ámbitos muy diversos, como la agricultura, el cambio climático, la salud pública y muchos otros. Me siento orgulloso de formar parte de este proyecto”.